El auge del robo de cables en electrolineras francesas
La transición hacia la movilidad eléctrica en Francia se enfrenta a un obstáculo inesperado y costoso: el robo sistemático de cables en las estaciones de carga. Este delito, que se ha multiplicado en los últimos meses, está generando graves perjuicios tanto para los operadores de la red como para los usuarios de vehículos eléctricos, poniendo en riesgo la fiabilidad de una infraestructura clave.
El cuero: un botón muy cotizado
El principal aliciente para los ladrones es el valor del cobre que contienen los cables de alta capacidad utilizados en los cargadores rápidos. El precio de este metal en el mercado negro convierte cada cable en un botín lucrativo. Los robos suelen producirse por la noche, con métodos que implican cortar los cables directamente de las estaciones, lo que causa además importantes daños materiales en los propios terminales.
Consecuencias para operadores y usuarios
El impacto de estos hurtos es doble. Para las empresas operadoras, supone un coste económico exorbitante, no solo por la reposición del cable, sino por las complejas reparaciones técnicas y la pérdida de servicio. Para los conductores, se traduce en la frustración de encontrar puntos de carga inoperativos, lo que genera “ansiedad de autonomía” y desconfianza en la red. Esta situación paraliza temporalmente infraestructuras esenciales, ralentizando simbólicamente la transición ecológica.
Un desafío de seguridad complejo
Las compañías están reforzando las medidas de seguridad, como la instalación de cámaras, sistemas de alarma y un mejor alumbrado en las ubicaciones. También se explora el desarrollo de cables con materiales menos valiosos o con sistemas de trazabilidad. Sin embargo, la dispersión geográfica de las electrolineras hace que la vigilancia sea un reto logístico y económico de primer orden, requiriendo una coordinación con las fuerzas del orden.