El origen inesperado de un éxito europeo
Hoy, una de cada cuatro ventas de coches eléctricos en Europa se apoya en la plataforma MEB de Volkswagen. Este dominio del mercado tiene un origen paradójico: surge directamente de la mayor crisis de la marca, el escándalo de las emisiones. Lejos de ser un proyecto planificado, la arquitectura MEB fue la respuesta urgente y radical a una necesidad de reinvención total.
De la turbulencia a la transformación
La revelación del “Dieselgate” en 2015 obligó al Grupo Volkswagen a replantear su futuro de raíz. La presión regulatoria y la pérdida de confianza pública actuaron como catalizadores. En este contexto, un simple memorando interno marcó el punto de inflexión: la orden de priorizar el desarrollo de una plataforma modular dedicada exclusivamente a vehículos eléctricos. Este giro estratégico, nacido de la necesidad, se convirtió en la base silenciosa de su renacimiento.
La clave técnica de la ventaja
La gran virtud de la MEB fue su concepción como “plataforma de skate” desde el inicio. Al no tener que adaptar un diseño previo para motores de combustión, los ingenieros optimizaron el espacio para la batería y los motores eléctricos, maximizando la habitabilidad y la autonomía. Esta eficiencia intrínseca permitió al grupo escalar la producción rápidamente y ofrecerla a otras marcas, como Cupra o Skoda, acelerando su adopción masiva.
Un legado que redefine una industria
El éxito de la MEB demuestra cómo la adversidad puede forzar innovaciones transformadoras. Lo que comenzó como una medida de emergencia para salvaguardar la empresa, terminó por darle una ventaja competitiva decisiva en la transición eléctrica. Su herencia más importante no es solo tecnológica, sino estratégica: probó que un cambio radical de rumbo es posible, incluso para un gigante industrial, y sentó las bases para la siguiente generación de plataformas.