La sorprendente confesión de un gurú del automóvil
John Davis, la voz emblemática y presentador del programa MotorWeek durante décadas, es sinónimo de periodismo automotriz práctico y sensato. Con miles de pruebas de conducción a sus espaldas, su opinión se basa en la experiencia pura. Por eso, resulta fascinante descubrir cuál es el vehículo personal que más echa de menos: una elección que desafía las expectativas.
No es un superdeportivo, es un hatchback práctico
Lejos de ser un Ferrari o un Porsche exótico, el auto que Davis recuerda con más cariño es el Dodge Omni GLH de 1986. Este modesto hatchback, desarrollado bajo la dirección del legendario Carroll Shelby, es una joya oculta. Las siglas GLH, que en broma significaban “Goes Like Hell” (Va como el demonio), resumen su espíritu: un coche familiar transformado en una máquina ágil y divertida.
¿Por qué este auto dejó una huella tan profunda?
Davis valora en el Omni GLH su combinación única de atributos. Por un lado, ofrecía una diversión pura al volante gracias a su motor turbo, su manejo preciso y su ligereza. Por otro, mantenía la utilidad práctica y la eficiencia de un automóvil compacto y accesible. Esta dualidad perfecta entre el entusiasmo del conductor y el sentido común es lo que, según sus propias reflexiones, lo hace tan especial y difícil de reemplazar.
Su aprecio por este modelo subraya una verdad a menudo pasada por alto: el valor emocional de un auto no siempre está ligado a su precio o prestigio. A veces, la conexión más fuerte nace de la experiencia directa, de la sensación única que provee un vehículo honesto y capaz de sorprender, un legado que el Dodge Omni GLH representa a la perfección.