La promesa de la carga en movimiento
Imaginar un viaje en coche eléctrico sin paradas para recargar es el sueño de muchos conductores. La idea de autopistas eléctricas, que permitan recargar la batería mientras se circula, se presenta a menudo como la solución definitiva a la ansiedad por la autonomía. Esta tecnología, conocida como carga dinámica o de inducción en movimiento, promete revolucionar la movilidad eléctrica. Sin embargo, tras esta visión futurista se esconden desafíos de una escala monumental.
Los obstáculos técnicos y económicos
Implementar un sistema de carga por inducción bajo el asfalto de miles de kilómetros de autovías es una empresa faraónica. La inversión inicial en infraestructura sería astronómica, involucrando no solo la tecnología embebida en la calzada, sino también subestaciones eléctricas y sistemas de gestión complejos. Además, la eficiencia energética de la transferencia inalámbrica a alta velocidad y en condiciones variables sigue siendo un campo de desarrollo, con pérdidas de energía significativas que cuestionan su rentabilidad global.
¿Una alternativa eficiente a los cargadores rápidos?
Mientras este concepto madura, la red de cargadores ultrarrápidos en estaciones de servicio sigue expandiéndose y mejorando. La solución más inmediata y económica podría pasar por optimizar estas paradas breves, en lugar de electrificar la carretera completa. El desarrollo de baterías con mayor densidad energética y tiempos de carga más cortos también reduce la necesidad práctica de la carga en movimiento para la mayoría de los usuarios.
En conclusión, aunque la carga en carretera captura la imaginación, su viabilidad como proyecto masivo está en entredicho. Los recursos financieros y técnicos necesarios son tan inmensos que, de momento, la prioridad debería seguir estando en fortalecer una red de recarga convencional, rápida y accesible para todos.