A diferencia de las apariencias de un naufragio inminente, Bollinger Motors está realizando un giro estratégico decisivo. El fabricante de vehículos eléctricos, con sede en Oak Park, Michigan, se está reinventando centrándose en el mercado comercial, un cambio audaz que bien podría asegurar su supervivencia y futuro.
Unos inicios prometedores con trasfondo del sueño americano
Fundada por Robert Bollinger, la empresa nació de una visión simple en su granja orgánica del estado de Nueva York: diseñar un camión eléctrico a la vez potente y agradable de conducir. El proyecto, que comenzó en un garaje antes de mudarse a la cuna del automóvil estadounidense, Michigan, prometía vehículos robustos y “construidos con un propósito”, diseñados completamente en torno a una arquitectura eléctrica.
El abandono de los modelos B1 y B2 en favor del vehículo comercial
Los ambiciosos SUV B1 y B2, con un diseño inspirado en el Defender y dotados de funciones innovadoras como un paso integral en el chasis, debían seducir al público en general. Pero la pandemia de COVID-19 y las realidades económicas acabaron con estos proyectos. Su autonomía limitada (200 millas), su peso considerable y su alto coste se volvieron inconvenientes decisivos. Bollinger tuvo que resignarse a ponerlos en pausa para concentrarse en una prioridad: generar ingresos con vehículos comerciales, como la furgoneta de reparto B4, que pueden entregarse rápidamente a flotas empresariales.
La B4, punta de lanza de una nueva era
Hoy, la furgoneta B4 encarna esta nueva orientación. Basada en una plataforma de 800 voltios diseñada desde el principio para ser “a prueba de futuro”, se mejora constantemente gracias a los comentarios de los clientes. Su radio de giro estrecho (42 pies) y su diseño eficiente la convierten en una herramienta de trabajo ideal, más agradable y silenciosa que un equivalente térmico. Bollinger apuesta por su agilidad, una ventaja frente a los grandes fabricantes establecidos, para adaptar rápidamente sus productos.
Los desafíos y las ventajas de la nueva Bollinger Motors
El camino sigue estando lleno de obstáculos. El clima político actual, a veces hostil a la electrificación, y la complejidad de los procesos para obtener subvenciones estatales (que pueden llegar hasta 120.000 dólares por vehículo en Nueva York) son desafíos importantes. A pesar de unas instalaciones parcialmente vacías y la salida de su fundador, la empresa, ahora bajo el paraguas de Bollinger Innovations y en asociación con Mullen Automotive, mantiene la esperanza. ¿Su principal ventaja? Una fabricación con un 71% de componentes estadounidenses, un argumento contundente para ganar licitaciones gubernamentales. El cambio de rumbo está en marcha, y por primera vez en cinco años, el camino hacia el futuro parece claro.